Los ataques de pánico o crisis de angustia constituyen un trastorno bastante frecuente que afecta con más frecuencia a las mujeres. Se calcula que entre el 1,5 y el 3,5% de la población puede sufrir este trastorno, aunque se ha descrito que hasta un 9,3 % de la población general puede presentar alguna crisis aislada a lo largo de la vida. Durante un mismo año lo sufrirá 1 o 2 de cada 100 habitantes. Entre un tercio y la mitad de ellos presentará además síntomas agorafóbicos. Lo más frecuente es que aparezca entre los 20 y los 45 años. Hay personas que presentan además agorafobia con un grado variable de intensidad. La mayor parte de personas que lo sufren pueden tener una vida relativamente normal a pesar de mantenerse las crisis. En otras, la sucesión de repetidas crisis puede llegar a alterar al individuo y modificar de manera significativa sus hábitos cotidianos. Entre las características comunes del trastorno se encuentra la preocupación sobre las consecuencias que las crisis pueden tener sobre la salud física.
Las crisis de angustia pueden aparecer de forma aislada sin otra sintomatología asociada, pero también pueden coexistir con otros problemas emocionales como pueden ser la depresión, fobias (miedos extremos a situaciones normales), u otros. Las crisis de angustia, ya sean espontáneas o asociadas a un estímulo externo, surgen de una interpretación falsa y equivocada de tipo catastrófico de algunas sensaciones corporales que no son más que respuestas más o menos normales a la ansiedad. Por ejemplo, interpretar como un infarto inminente el aumento de las pulsaciones del corazón o entender que la sensación de ahogo o dificultad respiratoria desembocarán sin duda en la muerte por asfixia o un infarto. Es decir, un estímulo corporal se asocia a un pensamiento catastrofista de forma automática. Las situaciones en que pueden aparecer son variadas, y hay estímulos internos, como algunas sensaciones corporales, imágenes o pensamientos, que se perciben con miedo, lo que hace que aumente el nivel de ansiedad y aparezcan nuevas sensaciones corporales, que se interpretan como la confirmación e inminencia de la catástrofe, desencadenándose el ataque de pánico. Enter las sensaciones corporales más comunes están la falta de respiración o ahogo, palpitaciones y taquicardia, sensación de irrealidad y mareo, aunque pueden presentarse otras.
El tratamiento se centra en la identificación y modificación de las interpretaciones erróneas de las sensaciones corporales, y modificación de las creencias que producen las interpretaciones catastrofistas. Se trata de proporcionar explicaciones alternativas a las intensas sensaciones corporales que ocurren durante los ataques de pánico. Posteriormente se ponen a prueba las interpertaciones catastrofistas o no de los ataques de pánico.
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Levante, 2006
Angeles Berlanga Adell
Psicóloga y Diplomada en Estudios Avanzados
Instituto Valenciano de Psicología